miércoles, 2 de octubre de 2013

¡Hagan sus apuestas!

¡Hagan sus apuestas!

Lo siento, pero este asunto de Eurovegas olía a fiasco desde su origen. No es la primera vez que unos vendedores de humo arriban a tierras carpetovetonas con el propósito de darnos el timo de la estampita. Está claro que los españoles clavamos el perfil de "primos" perfectos para ser objeto de las marrullerías de charlatanes cosmopolitas como Adelson o como los promotores del evaporado proyecto Gran Scala en las monegrinas tierras aragonesas. 

¿Recuerdan? Ese que iba a ser el más rimbombante desde la época de los reyes católicos. O al menos eso decían desde el gobierno aragonés. Había que tender alfombra roja, cambiar las leyes que incomodaban, poner infraestructuras a cuenta del estado, modificar los marcos laborales... Una inversión económica desorbitada de las arcas públicas a cambio de promesas que nunca llegaron a materializarse. 

No importó para nada, como en el caso de Adelson, que sus promotores tuvieran antecedentes delictivos o hubieran protagonizado sonoras estafas. Al contrario, los que nos opusimos a este fraude fuimos tachados de anti-patriotas. "Romericos al fuego"- decía el vicepresidente Biel- que arderían ante la magnitud del proyecto. Arder, lo que se dice arder, no ardimos. Porque no hubo fuego ni brasas, ni el más pequeño rescoldo. Gran Scala se volatizó como un mal truco de magia no sin antes habernos costado unos buenos cuartos en presentaciones y chorradas. Los políticos que tan enconadamente defendieron el macrocomplejo ahora guardan silencio, como el Ebro al pasar por el Pilar. Aquí no ha pasado nada. 

Por lo visto, ni siquiera ha servido de escarmiento para que otras comunidades no se dejaran tentar por este tipo de prestidigitadores chiripitiflaúticos. Por algo nos escogen como destino de sus felonías. Saben que nuestros políticos son como niños y está chupado deslumbrarles con unas cuentas de colores. Será que soy escéptica por naturaleza pero me da en la nariz que Eurovegas, como pasó con Gran Scala, acabará desintegrándose en la nada. 

Me juego lo que quieran. Aparte de hacer la risa, sacaremos en limpio el descrédito de unos gobernantes dispuestos a ponernos mirando a la Meca por unos fuegos fatuos prometidos. Y es que, entre pillos anda el juego.¡Hagan sus apuestas! 


Ana Cuevas